Anecdotario (5). «Un sueñito».

IMG_3024Tengo la virtud envidiable, que es a veces un defecto y a veces lo contrario, de poder dormir con facilidad y prácticamente a cualquier hora. Sin excusa ni pretexto, cualquier silencio se convierte en oportunidad preciosa para relajarme, no pensar en nada y… buenas noches, hasta mañana. Aunque eso del silencio es un decir, porque me he dormido a media fiesta, en los camiones, en el metro, hasta en la oficina, de manera contundente y, al menos en esos momentos, sin ningún remordimiento. Todos tenemos errores, defectos, vicios, virtudes y méritos. Dormir puede ser todas esas cosas.

La anécdota es breve, para que no se burlen mucho. Un día infausto me quedé dormido en la oficina… entrevistando a un candidato. Se trataba de un muchacho de unos veinticinco años, auxiliar de contabilidad, quien había atendido un anuncio en el periódico requiriendo personal y, seguramente, trataba de impresionarme hablando de balanzas de comprobación y ajustes en los impuestos, así que ¿qué esperaban?, no es precisamente un tema que me apasione y mantenga mi adrenalina en niveles adecuados. Sin embargo, puedo asegurar que hice un serio intento por seguir su charla sobre pasivos, capital, cuentas de mayor y depreciaciones aceleradas pero, en un instante infausto -quizá a causa del sonsonete con el que hablaba de impuestos y amortizaciones- uno de mis ojos se cerró y el otro fue un solidario acompañante. Tras las sombras llegó la nada.

Unos cristales enormes, sin cortina, separaban mi oficina de la zona secretarial donde se registran las altas del personal y los avisos de despido, por lo que varios de mis compañeros descubrieron el inusitado cuadro, con un muchacho serio, indeciso, peinado como para ir a una boda o un sepelio, sudando como loco bajo su traje prestado y pensando cómo resolver el problema que se le estaba presentando. ¿Lo estarían grabando? ¿Sería una broma? Es imposible suponer qué estaba suponiendo en esos momentos, si es que lo hacía. Tal vez llegó a pensar que ya me había muerto y que él sería inculpado de asesinato por aburrimiento, o algo similar. Inquieto, a punto de llanto, esperaba que algo sucediera, lo que fuera, la llegada de Dios o algún terremoto que lo salvara de tan inexplicable evento, mientras yo continuaba vagando en algún lado del infinito e inocente campo de los sueños.

Fueron pocos minutos -aunque alguien dice que el acontecimiento duró media hora, pero no se lo crean, lo dice por envidia-, al cabo de ese pequeño instante (no tan pequeño, si quieren creerle al otro, allá ustedes), un ruido, algún remordimiento inconsciente, o las risas burlonas tras el vidrio me trajeron a la vida y reaccioné. Ahí seguía el muchacho, sentado, tragando su silencio y su aburrido currículum, mientras el nudo de la corbata hacía intentos por ahorcarlo. Era, como pueden suponer, una situación incómoda para ambos, así que intenté seguir la conversación como si no hubiera pasado nada, pero fue inútil, los nervios del contador y las carcajadas tras la ventana me impidieron concentrarme y continuar con tan amena charla.

-Muchas gracias, nosotros te hablamos –dije para terminar la charla.

Al muchacho, obviamente, no lo contraté. Había que cuidar mi prestigio. Pero los rumores siguen por ahí y las burlas continúan. La gente no perdona.

 

2 Respuestas a “Anecdotario (5). «Un sueñito».

  1. Muy buenas tus anécdotas y sobre todo la forma en q las escribes , deberías hacer un libro. Un abrazo

Deja un comentario